En una entrada anterior de esta serie llamada "La Legión Extranjera" (diría ya que apunta a debatir ampliamente el tema de la "argentinidad" de los compositores argentinos, vivan acá o en el exterior) Pablo Ortíz ofrece ideas sobre el por qué de la diáspora de compositores de su generación. Una de ellas, según él, se debe a que en la Argentina "no hay, sin embargo una realidad económica y cultural que pueda absorber y estimular la producción de tantos compositores con talento" (Ortiz: 2007,95)."
Viviendo en Buenos Aires, no es difícil acordar con el asunto de la absorción. En cambio, me resulta problemático lo del estímulo. A juzgar por la cantidad de compositores que han surgido y siguen surgiendo por estos lares, la presencia o ausencia de estímulos no parece ser un factor determinante.
Imagino (aquí voy a ver si se lo pregunto a Ortíz por mail) que el se refiere a promociones concretas: dinero para componer, y, por ejemplo, orquestas dispuestas a tocar obras escritas. Cuando uno compara los catálogos de obras de los compositores argentinos que viven afuera con los que estamos acá, se nota enseguida que aquí pocos intentan escribir para orquesta por esa falta de estímulos. Al respecto, recuerdo que Ortíz me decía que, hilando fino, en el exterior también hay diferencias: Francia sigue a la cabeza de los países que promueven arte contemporáneo e incluyen en ese campo la escritura orquestal. En los EE.UU donde vive Pablo, es más fácil acceder a grupos de cámara que a grandes masas orquestales. Los primeros circulan por el medio universitario, las orquestas, están más regidas por la lógica del mercado (sin entrar en detalles sobre este punto).
Dicho esto, creo que la enorme presencia de la creación electroacústica en la Argentina tiene que ver con una solución a la falta de estímulos "estructurales-económicos": Desde los 90, con una pc , una placa de audio y un par de monitores, el problema para el compositor sigue siendo el mismo de siempre. Como suele decir Oscar Edelstein se trata de resolver la secuencia "materia-organización y discurso". Y este, claro está es un problema para un compositor, sin importar en qué lugar del planeta se encuentre.
Viviendo en Buenos Aires, no es difícil acordar con el asunto de la absorción. En cambio, me resulta problemático lo del estímulo. A juzgar por la cantidad de compositores que han surgido y siguen surgiendo por estos lares, la presencia o ausencia de estímulos no parece ser un factor determinante.
Imagino (aquí voy a ver si se lo pregunto a Ortíz por mail) que el se refiere a promociones concretas: dinero para componer, y, por ejemplo, orquestas dispuestas a tocar obras escritas. Cuando uno compara los catálogos de obras de los compositores argentinos que viven afuera con los que estamos acá, se nota enseguida que aquí pocos intentan escribir para orquesta por esa falta de estímulos. Al respecto, recuerdo que Ortíz me decía que, hilando fino, en el exterior también hay diferencias: Francia sigue a la cabeza de los países que promueven arte contemporáneo e incluyen en ese campo la escritura orquestal. En los EE.UU donde vive Pablo, es más fácil acceder a grupos de cámara que a grandes masas orquestales. Los primeros circulan por el medio universitario, las orquestas, están más regidas por la lógica del mercado (sin entrar en detalles sobre este punto).
Dicho esto, creo que la enorme presencia de la creación electroacústica en la Argentina tiene que ver con una solución a la falta de estímulos "estructurales-económicos": Desde los 90, con una pc , una placa de audio y un par de monitores, el problema para el compositor sigue siendo el mismo de siempre. Como suele decir Oscar Edelstein se trata de resolver la secuencia "materia-organización y discurso". Y este, claro está es un problema para un compositor, sin importar en qué lugar del planeta se encuentre.
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