En las pasadas II Jornadas de Reflexión sobre Música organizadas por Sebastián Bauer en el CEAMC tuve el placer de conocer finalmente en persona a Margarita Fernández. Lúcida intérprete e investigadora, formó parte del comité de lectura junto con Pablo Fessel.
Mi participación giró en torno a la querella entre Música y Arte sonoro. En ese marco me referí a la importancia del Arte radiofónico, cuyo epicentro fue Alemania y nuestro Mauricio Kagel.
Fernández hizo uno de esos comentarios que, en su sintética explicitación, dan riqueza y relieve a fenómenos como el que estaba comentando.
Según recordó Margarita, la radio pública fue el modo más rápido que tuvo Alemania, país devastado por la Segunda Guerra Mundial, para reiniciar su vida artística.
Mientras, literalmente, se reconstruían por completo las ciudades (y con ellas, sus salas de concierto) la radio fue el vehículo ideal para mantener el contacto entre los creadores y el público.
Así fue como, en 1956, un húngaro pudo escuchar en Budapest el estreno mundial del Gesang der jünglinge, de Stockhausen, en el medio del ruido de los tanques rusos reprimiendo la revuelta zíngara y sin tener del todo claro qué era música y qué era interferencia radial.
Por otras razones, pero con resultados similares a los de Ligeti, dos compositores argentinos, Oscar Edelstein y Mariano Etkin han rememorado sus primeros contactos con músicas nuevas a través de la radio. Edelstein escuchando Stockhausen en una radio en la casa de Juan L. Ortiz, en Paraná. Etkin, descubriendo a Kagel y su Anagrama, gracias a una emisión de Radio Nacional, que pasaba emisiones producidas por las radios públicas europeas.
Mi participación giró en torno a la querella entre Música y Arte sonoro. En ese marco me referí a la importancia del Arte radiofónico, cuyo epicentro fue Alemania y nuestro Mauricio Kagel.
Fernández hizo uno de esos comentarios que, en su sintética explicitación, dan riqueza y relieve a fenómenos como el que estaba comentando.
Según recordó Margarita, la radio pública fue el modo más rápido que tuvo Alemania, país devastado por la Segunda Guerra Mundial, para reiniciar su vida artística.
Mientras, literalmente, se reconstruían por completo las ciudades (y con ellas, sus salas de concierto) la radio fue el vehículo ideal para mantener el contacto entre los creadores y el público.
Así fue como, en 1956, un húngaro pudo escuchar en Budapest el estreno mundial del Gesang der jünglinge, de Stockhausen, en el medio del ruido de los tanques rusos reprimiendo la revuelta zíngara y sin tener del todo claro qué era música y qué era interferencia radial.
Por otras razones, pero con resultados similares a los de Ligeti, dos compositores argentinos, Oscar Edelstein y Mariano Etkin han rememorado sus primeros contactos con músicas nuevas a través de la radio. Edelstein escuchando Stockhausen en una radio en la casa de Juan L. Ortiz, en Paraná. Etkin, descubriendo a Kagel y su Anagrama, gracias a una emisión de Radio Nacional, que pasaba emisiones producidas por las radios públicas europeas.
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