El domingo pasado, luego de participar en el concierto de Martín Devoto en el Centro Nacional de la Música, nos fuimos a cenar con él, Marcos Franciosi y Juan Ortiz de Zarate. Durante la cena llegamos a Luigi Nono, y más específicamente a la significación que tuvo su primer visita a la Argentina, en 1967.
Todos recordábamos la graciosa anécdota de Nono, dedicándole sus charlas en el Di Tella a Ernesto Che Guevara, en plena dictadura del ultramontano y censor Onganía, y ante la mirada atónita de Ginastera.
La visita de Nono está más que bien documentada y comentada en uno de los mejores libros sobre música argentina publicados en décadas: "The Bomarzo Affaire, opera perversión y dictadura" de Esteban Buch, publicado por Adriana Hidalgo Editora. Ahí consta además, que Nono retiró la interpretación de sus obras en el Colón, en solidaridad con Ginastera a quien, a pesar de ser un artista de la intelligentzia aristocrática porteña, le habían prohibido el estreno de su ópera Bomarzo.
Estos dos gestos representan el lugar como artista e intelectual comprometido, propio de la época, que había asumido el compositor italiano. Nono, Militante del PC presentó obras que respondían a las urgencias revolucionarias del momento, en tiempos en que la vanguardia argentina estaba enfocada en la autonomía modernista. Según consta en la documentación de la temporada de conciertos de ese año, recopilada por Laura Novoa, una sola obra da cuenta de este pefil. El resto transita entre los tópicos comunes de la música de vanguardia pura. La presencia de Nono fue un cimbronazo para esa visión por entonces monolítica, como según pude ver en un texto de Graciela Paraskevaidis que me reenvío Franciosi: "Apuntes sobre Luigi Nono y su relación con América Latina".
Lahti
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