En el artículo sobre los compositores argentinos publicada en enero pasado por Pablo Gianera en ADN, noté que muchos de los creadores consultados se esforzaban por señalar que sus producciones eran personales, no cercadas por escuelas ni grupos. Esta idea de originalidad a ultranza, propia de las vanguardias del siglo pasado son para mi, una especie de quimera que tiene especial arraigo en nuestro medio. Sobre el punto hay muchos ángulos para entrar en discusión, pero por lo pronto, empiezo citando una carta de Juan Carlos Paz a Luis Gianneo.
En ella trata este asunto. Esta carta siempre me llamó la atención porque va un poco a contrapelo de cierta visión cristalizada sobre Paz, en cuanto a la idea de tener a la originalidad como norte (recordemos que su monumental libro "Introducción a la mùsica de nuestro tiempo" tiene como epigrafe la frase de Cezanne: "en arte se es revolucionario o se es plagiario).
Paz reivindica en la carta la pertenencia a algún tipo de tradición, corriente de pensamiento, estética. Señala con lucidez que todos somos sujetos históricos. El que no lo piensa, en verdad, no es conciente de su situación. También es interesante su reflexión sobre la maduración de un artista, pregunta que también había hecho en su momento Gianera para la producción del artículo antes mencionado
Trasncribo entonces, la Carta de Paz a Gianneo:
"Dice usted que se ha propuesto ser ‘un producto de sí mismo’ antes que ser ‘perrito faldero de tendencias o principios ajenos’. Por lo primero, lo admiro sin reservas ya que me parece una empresa ciclópea la que se propone emprender. Porque yo, mi querido amigo, modestamente le confieso que no creo que uno pueda llegar a ser un producto de sí mismo: uno es producto de miles de influencias encontradas, diversas y a menudo contradictorias. El hombre es cero; vive captando cosas para sentirlas, interpretarlas, comprenderlas si puede y expresarlas si le da el naipe. [...] ahora si ser ‘uno mismo’ significa que desea entregarse a sus impulsos sin preocuparse de ideas o principios ajenos, lo entiendo mejor, per no por eso estoy muy de acuerdo [...]Artísticamente hablando, entregarse al impulso significa dar salida en nosotros todo lo heredado, a aquello que no es nuestro, el sentimiento es algo heredado [...] Mientras se rechacen las conquistas máximas de su arte, no queda más que refugiarse en las conquistas del pasado, ya que no serán tales sino recetas, fórmulas muertas, modismos. [...] Hay mucho de impaciencia y de desorden en el artista americano: quiere llegar pronto. En Europa el artista comienza su carrera cuando por lo general se acerca a la cuarta década. Ibsen ya en los 50 es todavía el perrillo faldero de las ideas de Kierkegaard. Wagner a los 45 recién da cima al italiano y meyerbeereano Tannhäuser [...] Le repito el modo de llegar a ser alguna cosa dentro de una expresión total de época o ambiente es superarlas; superar sus conquistas (tradición) por otras nuevas (superación); pero en ningún modo pretender ser "uno mismo obedeciendo a impulsos que nos imponen la costumbre, la tradición, el decantado "buen gusto" y el horizonte de nuestra personalidad. Si usted no quiere saber nada con "las ideas o principios ajenos" de hoy, del arte de hoy, será en la ideas o principios del arte de ayer, no será schoenbergiano, stravinskiano, honneggeriano, pero caerá más o menos en Debussy, Ravel, Liszt, Wagner, en el folclore que también es herencia o en quien sea. Creo que la trayectoria para dar con lo poco que uno puede aportes, es diametralmente opuesta: el ejemplo de los más grandes es patente. Bach aún en la mitad de su vida estudia e imita a Vivaldi y Buxtehude y a otros; Beethoven recién en la "Kreutzer" obra 47 comienza a desligarse de sus maestros".[1]
[1] Carta a Luis Gianneo. En "cartas de Juan Carlos Paz. Páginas 26-28 Editado por ANM. 1990.
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